El Ejército de Liberación Nacional (Eln), a través del frente ‘Luis José Solano Sepúlveda’, ha retomado una de sus tácticas más efectivas y despiadadas: el uso de francotiradores para desestabilizar las filas militares. En una semana trágica, tres soldados han sido abatidos por disparos de larga distancia, una modalidad que parecía haber quedado en el pasado, pero que ha resurgido con fuerza.
La última víctima fue el soldado profesional Ángel Alberto Cerquera García, del Batallón de Infantería de Selva N° 48, quien cayó el pasado domingo en Morales, Bolívar. Días antes, el soldado Óscar Andrés Acuña Jiménez perdió la vida en el Catatumbo, y el subintendente Anderson Gómez Posada fue asesinado por un francotirador en San Calixto, Norte de Santander, según un reporte del diario El Tiempo.
Este resurgimiento en el uso de francotiradores, una táctica que llegó a disminuir tras los acuerdos de paz con las Farc, indica un cambio en la estrategia del Eln frente al fortalecimiento de la Fuerza Pública en las zonas de conflicto.
Según el general retirado de la Fuerza Aérea y presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro (Acore), Guillermo León, el recurso del francotirador vuelve a ser empleado no solo por su efectividad y bajo desgaste, sino porque logra dispersar las tropas y frenar su avance sin necesidad de un enfrentamiento directo.
Motivaciones detrás de una táctica mortal
Para el general retirado Juan Carlos Buitrago, el uso de francotiradores en el actual contexto tiene una razón estratégica: la Fuerza Pública ha retomado una postura de ataque en las zonas ocupadas por el Eln, y esto ha empujado a la guerrilla a emplear acciones más selectivas y de alto impacto. “Están contrayendo a sus estructuras terroristas ante la ofensiva estatal, que amenaza con arrebatarles el control de varios territorios tras la ruptura del cese al fuego”, explicó Buitrago.
Con francotiradores, el Eln genera una gran presión psicológica, no solo porque logra eliminar soldados a distancia, sino porque obliga a sus tropas a replegarse y a reorganizarse para atender a los heridos, lo que afecta directamente la moral y el ritmo de avance de las fuerzas militares.
Este cambio táctico, lejos de ser improvisado, evidencia un importante grado de preparación y entrenamiento de los miembros del Eln. Las maniobras del Eln apuntan a desgastar a la Fuerza Pública, evitando enfrentamientos directos y logrando objetivos a larga distancia, con recursos que requieren de un alto nivel de precisión y formación especializada.
Armamento y entrenamiento: el trasfondo del francotirador en el Eln
El retorno de los francotiradores del Eln también pone en evidencia su capacidad para adquirir armamento sofisticado. Según el general Guillermo León, el grupo armado dispone de fusiles de largo alcance en calibres como el “punto cincuenta”, equipados con teleobjetivos que les permiten apuntar con alta precisión desde grandes distancias. Estos rifles, cuyo costo en el mercado negro oscila entre los 4,000 y 10,000 dólares, constituyen una inversión significativa que muestra la infraestructura militar y económica que aún sostiene al Eln.
La formación de francotiradores dentro de sus filas es un proceso meticuloso. Se inicia en polígonos de práctica donde, poco a poco, los combatientes van mejorando su puntería y extendiendo la distancia de sus disparos hasta alcanzar un rango prudente, que les permite acertar y escapar sin ser detectados. Aunque otra vía de aprendizaje puede ser la instrucción por mercenarios experimentados, el general León indica que este método es menos frecuente en el grupo guerrillero, sugiriendo una autonomía en el desarrollo de esta capacidad letal.
Estrategia y costo operacional: impacto en la Fuerza Pública
El uso de francotiradores no solo implica una pérdida humana para las Fuerzas Militares, sino que además representa un alto costo operacional. Cuando un soldado es abatido, las tropas se ven obligadas a detener sus actividades y organizar una operación de extracción para evacuar al herido o retirar el cuerpo, lo cual implica contactar a la base y movilizar recursos adicionales. Este proceso de repliegue no solo interrumpe la misión inicial, sino que, como señala el general León, impacta gravemente en la moral combativa de los soldados, quienes deben enfrentarse al riesgo de ser el siguiente blanco de un disparo invisible y mortal.
El Eln emplea además tácticas de distracción que desvían la atención de la Fuerza Pública hacia otros incidentes. De este modo, logran concentrar a las tropas en áreas específicas, lo que facilita que el francotirador tenga un blanco más claro y efectivo, infligiendo un golpe sorpresivo y devastador a las filas militares.
Presión política: la vigencia del Eln y el llamado a diálogos
Para el general retirado Juan Carlos Buitrago, la reactivación de estas tácticas de francotiradores también es una estrategia del Eln para mantenerse relevante en el escenario político y militar del país. La guerrilla, al ejecutar estos ataques, envía un mensaje al gobierno: su capacidad de resistencia y control sobre ciertos territorios sigue intacta, y esto presiona al Ejecutivo para que reconsidere los diálogos de paz bajo las condiciones del grupo armado.
En un contexto donde el cese al fuego ha sido roto, el Eln busca así ganar ventaja y fortalecer su posición de negociación al demostrar su poder letal. Cada ataque se convierte en una advertencia sobre las consecuencias de no entablar conversaciones, dejando claro que la inacción del gobierno ante sus demandas podría intensificar la violencia en zonas vulnerables. La táctica del francotirador, entonces, no solo afecta a las tropas sobre el terreno, sino que se convierte en un instrumento de presión para mantener viva la lucha política y forzar una agenda de diálogo.