Una investigación reciente revela una compleja red de vínculos políticos, diplomáticos y económicos que conecta a Panamá con los regímenes de Cuba y Venezuela. En el centro de esta trama aparece el clan Carretero Napolitano, un poderoso grupo empresarial panameño cuya influencia se habría expandido silenciosamente hasta convertirse en un soporte clave para gobiernos sancionados y asfixiados financieramente.
Según el reporte, la Zona Libre de Colón funciona como una plataforma para la triangulación comercial que permite la entrada de tecnología y mercancía a países sancionados, mientras una flotilla de jets privados —incluidos los modelos Learjet 55 y Hawker 800XP— transporta a operadores clave entre Caracas, La Habana y Panamá. Llama la atención que estas aeronaves fueron utilizadas tanto por el empresario Ramón Carretero Napolitano como por Raúl Guillermo Rodríguez Castro, nieto de Raúl Castro.
La conexión con la política panameña toma fuerza con el ascenso de José Raúl Mulino, cuyo gobierno habría favorecido a figuras directamente vinculadas al clan. Entre estos nombramientos destaca el de Edwin Abel Pitti Madrid como embajador de Panamá en Cuba, antiguo empleado y representante de los Carretero, y el de Luisa Napolitano como gerente general de la Zona Libre de Colón, cargo considerado estratégico para esta red de operaciones.
La investigación también sugiere que la aparente confrontación política entre el gobierno de Mulino y el de Nicolás Maduro sería una cortina de humo que oculta una estrecha colaboración. Como ejemplo, el propio Mulino habría utilizado el mismo jet privado —matrícula HP-715— empleado por operadores cubanos y venezolanos durante un viaje realizado en plena campaña electoral.
En el trasfondo, emerge el historial de presunta corrupción del clan en Panamá, con millonarios contratos irregulares durante la administración de Ricardo Martinelli. Mientras tanto, la nueva generación de la familia disfruta de lujos financiados por estas operaciones, contraste que exhibe la desconexión entre las élites y la realidad de los pueblos afectados por la crisis.
Este panorama expone un entramado transnacional donde poder económico, diplomacia paralela y aviación privada convergen para sostener a regímenes cuestionados, todo ello bajo la sombra de la impunidad y la ausencia de controles efectivos.

