Desde que Tito Figueroa emigró de Venezuela a Estados Unidos, hace más de una década, tras supuestamente realizar estudios de ingeniería de sistemas, encontró en el sector inmobiliario de Florida una aparente oportunidad de oro para los negocios.
En su intento de perseguir el sueño americano, Figueroa incursionó en la compra, remodelación, venta y arrendamiento de inmuebles en EE.UU., para lo cual se dedicó a captar a inversores, aunque con un plus extra.
En sí, Figueroa y un socio, también venezolano, ambos rondando entonces los 30 años de edad, procuraron la gestión de inversiones inmobiliarias especializadas en inversionistas extranjeros que buscaban obtener o mejorar su estatus migratorio en Estados Unidos.
Bajo ese paraguas inmobiliario, los ahora fugitivos hermanos venezolanos José y Chamel Gaspard se convirtieron, no en inversores, sino en prestamistas de Figueroa.
Sin embargo, Figueroa y su socio terminaron siendo acusados de actividad fraudulenta por sus inversores, quienes todavía hoy le reclaman la devolución de su dinero. Pero ese no fue el caso de los Gaspard, quienes sí lograron recuperar los préstamos hipotecarios que realizaron.
En el ínterin, el empeño de los Gaspard de prestar dinero para las actividades de Figueroa, expuso un trasfondo que nada tiene que ver con la autopregonada visión empresarial de los ahora hermanos fugitivos.
En cuanto a Figueroa y su socio, los hechos que gravitan a su alrededor se circunscriben a un complejo entramado, moldeado por las drogas, corrupción y fraudes inmobiliarios; hechos que han tenido como epicentro tanto Venezuela como EE.UU., reveló @josepgonzalez687.